jueves, 3 de febrero de 2011

ALBERTO GOY (INOCENCIO GOY) (22-10-2004)

El cuatro de agosto del 2003 intercambiamos con el haitiano Alberto Goy o, como èl dijo, su nombre en francés era Inocencio Goy.

Su voz, entrecortada, transmitió el pensamiento de un hombre que, a pesar de su edad (121 años), traslucía claridad y firmeza en sus ideas.

Nació el 13 de mayo de 1882 en Bainet, un poblado costero en el Departamento del Sudeste, en Haití, y sus padres se llamaron Adelina, la madre, y Gil, el padre.

Vino para Cuba a los 37 años, en 1919, por la zona de Banes, antigua provincia de Oriente, como tantos otros antillanos, a cortar caña. Así estuvo trabajando, no sólo en los cortes de caña, sino haciendo otros trabajos agrícolas.

Pensaba, como todos los demás haitianos, regresar a su querida Haitì cuando hubiera hecho un poco de dinero. Pero la vida le deparó otra suerte. Por más que lo intentaba no le salieron bien las cosas y tuvo que, una y otra vez, posponer los planes de partida.

Estuvo en diversos lugares en los trabajos habituales de los braceros antillanos de entonces. Al pasar el tiempo se enamoró y se casó con una cubana, Emilia Matamoros, fallecida ya cuando ella tenía 80 años, y con quien tuvo once hijos (siete varones, de los cuales se le murió uno, y cuatro hembras).

Alberto recibió su jubilación en 1980. Refieren que cuando contaba con 100 años de edad realizaba viajes desde la capital del país hasta las provincias orientales, y sin acompañantes, porque se valía por sí solo y gozaba de una salud, fortaleza física y claridad mental dignas de admirar.

Sólo en 1984, cuando sufrió un accidente automovilístico, es que su estado se resintió y tuvo que limitar sus andanzas por el país.

“Yeye”, como le llamaban sus hijos, dejó de existir este mes de octubre del 2004, a la edad de 122 años, y su muerte trajo un gran vacío no sólo en su familia, los 65 nietos, 48 biznietos y diez tataranietos que la componen, sino en toda la comunidad de haitianos en Cuba que le quería y estimaba.

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